Fortaleza

domingo, 29 de mayo de 2016

¿Qué sucede cuando alguien a quién queremos logra el eterno sueño? ¿La paz infinita? ¿El paraíso? ¿Nos observará mientras nosotros seguimos con nuestras vidas? ¿Qué nos dirían si nos vieran una vez fallecidos?

Probablemente todas esas preguntas se encaminen hacia una misma respuesta, NADA. Pero muchos de nosotros no creemos eso, yo incluida. Para poder explicarlo, debemos imaginar aquello que más tememos o más ansiamos: nuestra muerte. Empecemos a dejar volar la imaginación. Esta sería la mía:



Mi frío cuerpo ya está siendo purificado por el gran poder del fuego. Las llamas consumen mi putrefacto cadáver y me elevo en mayor parte hacia la atmósfera. Mis padres se quedarían con los pocos restos del que era el cuerpo de su hija y restos de caja de cartón. Mi supuesta alma contemplaría las reacciones de todos los que decían quererla. Ahí, amigos míos, es cuando realmente se sabe lo que siente una persona por otra. Aunque, a dónde quería llegar, es a las reacciones de los que estuvieron a mi lado en vida.

Incordiando el tema de a quién importaba más o menos, lo que no querría para nada es que nadie detuviese su vida por mi muerte. Para nada. Si pudiera manifestarme en modo de espíritu tened por seguro que al gilipollas que se le ocurriera detener su vida y llorar, le pegaría una de hostias que ni su madre le hubiera dado en su trasero en años.

Resumiendo: si alguien se va de vuestro lado, ya sea físicamente para siempre o mentalmente por una pelea sin sentido, no os detengáis. No os frenéis. Seguid. Avanzad maldita sea. Sabéis que sois más fuertes de lo que creéis y sois capaces de mover montañas si os lo proponéis. Vivid, aunque creáis que es imposible seguir. Sólo pensad en cómo os sentiríais, si girarais la tortilla.



Y la pluma de la fortaleza hacia la muerte, cayó sobre su cabeza moribunda...





Hasta la siguiente pluma que caiga...

1 comentarios:

Lydia nefert dijo...

me encanta como escribes guapa

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